Nuestro querido vizconde Valmont tiene toda la razón, y es un terrible descuido el que las grandes voces rusas no hayan aparecido todavía por estas páginas. Para remediarlo, nada mejor que un merecido homenaje a la gran mezzosoprano rusa Irina Arkhipova, uno de los pilares del Bolshoi durante los años 60, 70 y 80, y una de las pocas voces que, entonces, pudieron cantar fuera de su país.

Irina Konstantinovna Arkhipova (pronunciado Arjípova) nace un 2 de enero de 1925 en Moscú, aunque durante la II Guerra Mundial, y huyendo del avance nazi hacia la capital, la familia es evacuada a la capital de Uzbekistán, Tashkent, donde la joven se inclina ante la decisión paterna de que estudie arquitectura, a pesar de su indudable talento musical, demostrado ya desde niña. Así en 1942 entra en el Instituto de Arquitectura de Tashkent, licenciándose en 1948, tras lo que entra a trabajar en un estudio de arquitectura moscovita. Su trabajo sin embargo, no la apartó nunca de su pasión musical, y tras trabajar de día como arquitecta, estudiaba música de noche en el Conservatorio de Moscú, donde estudia canto con Malisheva y Leonid Savranski.
Rapsodia para contralto de Brahms:
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Cuando en 1953 se gradúa en el Conservatorio, Arkhipova ya tiene clara su futura vocación y, en invierno de 1954, ingresa en la compañía de ópera del teatro de Sverdlovsk, actual Yekaterimburgo, donde canta hasta 1956 un amplio abanico de papeles: Marina en
Boris Godunov, Eboli en
Don Carlo, Charlotte en
Werther o Marfa en
Khovanschina, sin duda uno de sus papeles más emblemáticos desde entonces.
Marfa en
Khovanshchina:

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Charlotte en
Werther:
Eboli en
Don Carlo:

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Un sorprendente registro de las dos arias de Cherubino en
Le nozze di Figaro:
[YOUTUBE]i63H8zpb-Aw[/YOUTUBE]
En 1955 gana un concurso internacional de canto en Varsovia, lo que la lleva en 1956 a debutar en el templo sagrado de la ópera rusa, el Teatro Bolshoi de Moscú, cantando, nada menos, el papel principal de la
Carmen de Bizet. El personaje se ciñe a su figura como un guante y el éxito es inmediato, convirtiéndose en uno de los más emblemáticos de su carrera, llegando a cantarla en el mismo escenario en 1960 al lado del tenor italiano Mario del Monaco, el primer tenor italiano invitado a realizar su debut en el Bolshoi (claro que el evento no pudo ser más interesante, con un elenco cantando en ruso mientras el Don José cantaba su parte en italiano...). Tiempo después, el experimentado tenor llegará a decir que tan sólo tres Carmen permanecen para siempre en su memoria: Gianna Pederzini, Risë Stevens e Irina Arkhipova.
Carmen inigualable:

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Con Mario del Monaco:

[YOUTUBE]mEfpA_mxF48[/YOUTUBE]

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Ya instalada en el Bolshoi, Irina Arkhipova se convierte en su principal mezzosoprano (cantando también en ocasiones papeles de contralto gracias a su increíble registro bajo), y allí reinará durante nada menos que 35 años, principalmente, en el repertorio ruso más conocido: Polina y la Vieja Condesa en
La dama de picas, de Tchaikovsky, Hélène Bezukhova en
Guerra y Paz, de Prokofiev (por cierto en la primera ocasión que se representa la ópera en el Bolshoi, en 1959), su fantástica Lyubasha en
La novia del zar, de Rimsky-Korsakov, Lyubova en
Mazeppa, de nuevo de Tchaikovsky y, esencialmente, las ya citadas Marina de
Boris Godunov y Marfa en
Khovanshchina, ambas de Mussorgsky.
Maestra del repertorio ruso:

Polina en
La dama de picas
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Lyubasha en
La novia del zar

[YOUTUBE]lnGe4MYMuOU[/YOUTUBE]
Con la soprano Tamara Milashkina en
Mazeppa
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La "Canción de la Novia" de
Alexander Nevsky, de Prokofiev
[YOUTUBE]fNHpXKyUdpI[/YOUTUBE]
La
Dama de Orleans de Tchaikovsky
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Gracias a su éxito como Carmen, Arkhipova se convierte en una de las escasas figuras del canto soviético que tienen acceso a cantar fuera de sus fronteras, al igual que la soprano Galina Vishnevskaya, por ejemplo. En 1960 representa su exitosa Carmen en el San Carlo de Nápoles y, en 1964, debuta en La Scala de Milán cantando Hélène en
Guerra y Paz, teatro al que regresará en 1967 para interpretar sus majestuosas Marina en
Boris Godunov y Marfa en
Khovnashchina y de nuevo en 1971 (Marfa) y 1973 (Marina).
Maravillosa Marina en
Boris Godunov:

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En 1968 todavía cosechará un mayor éxito internacional al participar en el festival de Orange cantando una incendiaria Azucena en
Il trovatore, de Verdi, otro de sus grandes papeles.
Grandiosa Azucena:

En Orange:
[YOUTUBE]pVcDd5M0-gw[/YOUTUBE]
[YOUTUBE]OWbv08S0G9o[/YOUTUBE]
Al año siguiente debuta en la Opéra de París durante la gira internacional de la compañía del Bolshoi y, en 1975, debuta por fin en el Covent Garden de Londres, cantando su ya famosa Azucena de
Il trovatore, aunque habría que esperar hasta 1988 para su regreso a la capital británica, ocasión en la que Arkhipova canta la parte de Madame Arvidson (Ulrica) en
Un ballo in maschera, de Verdi.
Tremebunda (y no lo digo por el vestido) Ulrica en
Un ballo in maschera:
[YOUTUBE]PNpDQnvs-QM[/YOUTUBE]
En América, su primera aparición consiste en un concierto realizado en Ann Arbor, Michigan, acompañada por el pianista John Wustman. En 1972 debuta en San Francisco como Amneris en
Aida y, en 1974, debuta en el Teatro Colón de Buenos Aires como Azucena en
Il trovatore, regresando al año siguiente para cantar la Marina de
Boris Godunov al lado de Evgeny Nesterenko.
Primera aparición americana:
Amneris en
Aida:

En San Francisco, con el Radamès de Richard Cassilly:
[YOUTUBE]ze9X-3nXrb4[/YOUTUBE]
(en ruso):
[YOUTUBE]2KKKP65Yb_M[/YOUTUBE]
Sus últimas apariciones en el extranjero, fuera del circuito de conciertos y recitales, donde ha sido relativamente más prolífica, ocurren en 1989 y 1992. La primera, con su debut en el festival de Savonlinna, en Finlandia, con su renombrada Marfa en
Khovanshchina. El segundo, su increíblemente tardío debut en el Metropolitan de Nueva York como la Vieja Condesa de
La dama de picas, regresando en 1997 para cantar la parte de Filippievna en
Eugene Onegin, del mismo compositor, cuando la mezzosoprano contaba ya 72 años de edad. Otras ciudades que tuvieron el placer de escuchar su innegable talento han sido Berlín, Hamburgo, Lyon, Marsella o Belgrado, fuera de la entonces todavía Unión Soviética. Por cierto que también en España tendríamos la suerte de contar con su arte en 1987, cuando la inestimable labor de la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera la invita a cantar el papel de Ulrica en
Un ballo in maschera.
Santuzza en
Cavalleria rusticana, Livorno, 1980:
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La Vieja Condesa en
La dama de picas, probablemente en 1999:
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Mientras tanto, por supuesto, la carrera de Arkhipova se desarrollaba en la Unión Soviética, centrada en su querido Bolshoi, donde, además de los ya citados papeles del repertorio nacional, se convertía en una de las más apreciadas mezzosopranos verdianas de la época (Azucena, Ulrica, Amneris, Eboli), y comenzaba una larga serie de grabaciones que áun hoy día comienzan a ser distribuídas internacionalmente:
Khovanshchina (1974),
La novia del zar (1973),
Carmen (1998),
Boris Godunov (2002)...
Pequeño recital:
"Oh, si solo tú pudieras...", Tchaikovsky.
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"Caro mio ben", Giordani.
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"Ave Maria", Caccini.
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"Lasciatemi morire", Monteverdi.
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"Agnus Dei", Bizet.
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Y para finalizar, tres romances de Tchaikovsky.
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De su presencia escénica cabe destacar la enorme fuerza dramática que imbuía a sus caracterizaciones, algo poco frecuente en la afectada y algo hierática forma de actuar del intérprete ruso en general, y en cuyo cambio ha tenido la enorme fama nacional de Arkhipova, quien en 1966 ya era declarada "Artista del Pueblo" por las comandas de la URSS. Desde los años 70, Arkhipova se implica en la enseñanza y tutoría de jóvenes talentos rusos en el Conservatorio de Moscú, labor que encomienda a la fundación que lleva su nombre una vez ella fallece un 11 de febrero de 2010, a los 85 años, debido a sus problemas de corazón. Entre sus pupilos más brillantes, cabe destacar a los barítonos Vladimir Chernov y Dmitri Hvorostovsky, a la maravillosa mezzosoprano Elena Obraztsova, que viene a ocupar el lugar de su maestra en los años 80 y 90 (antes de la llegada de Olga Borodina) y la conocida soprano Anna Netrebko, sin duda una de las voces rusas más conocidas internacionalmente, en parte gracias al talento de Arkhipova.
Con Sergey Leiferkus:
Arkhipova y su fuerte sentido patriótico:
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