Claro, cómo no continuar éste tema con la que sin duda fuera la segunda gran voz de los años 50, la gran Renata Tebaldi. Sin alcanzar la estatura mítica de su gran rival, Maria Callas, Tebaldi resulta un personaje imprescindible dentro de la historia de la ópera, una soprano única, irrepetible. Démosle pues un merecido homenaje, gracias al prefacio del noble vizconde Valmont.

Renata Tebaldi nace en Pésaro, hija de padre violinista y madre cantante frustrada. De niña, sufrió una poliomelitis que siempre le dejó una ligera incapacidad en los movimientos, lo que sin embargo quizás contribuyera a darle una mayor presencia escénica, pero que sin duda fue la escusa perfecta para que la niña comenzara a estudiar canto, al limitarle las actividades físicas.

Comenzó a estudiar pues, canto, con el maestro Ettore Campogalliani, pero sería la antigua gran soprano verista Carmen Melis, quien se acabaría convirtiendo en su maestra definitiva y en artífice del gran torrente de voz de la futura soprano.

Quizás influenciada por su maestra, Tebaldi se dedicó eminentemente al repertorio italiano, en especial al verista, y debutó en 1944 como Elena en el Mefistofele de Boito, obra que nunca apartó de su repertorio, y que quizás preludiara su primer gran éxito, una Desdémona verdiana en Trieste junto al tenor Francesco Merli.

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Pasada la guerra, Tebaldi tuvo su primera gran oportunidad al ser escuchada por el gran director de orquesta Arturo Toscanini, quien acababa de llegar a Milán en busca de nuevas voces. Él sería quien la animara a cantar Aida, papel que la soprano no consideraba adecuado para su voz (mientras tanto, cantaba en italiano Lohengrin o Los maestros cantores...). Su éxito en La Scala (en 1905, con Antonino Votto a la batuta y acompañada de pesos pesados como Mario del Monaco y Fedora Barbieri) fue desde luego mayúsculo y comenzó así una intensa relación con los mayores papeles verdianos, en especial con una Aida que Tebaldi llegó a sublimar como prácticamente ninguna otra soprano de su época. Basta escuchar su grabación para el sello Decca en 1958 dirigida por Von Karajan para no querer volver a escuchar otra Aida en nuestra vida.
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Su relación con Verdi fructificó no solamente con Aida o Desdémona, sino también como Leonora en La forza del destino, como Amelia en Un ballo in maschera, Elisabetta en Don Carlo o, sobre todo, como una de las más importantes Leonoras del Trovatore de toda la historia.
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Sería precisamente como Desdémona como Tebaldi se presentara a las audiencias americanas en el Metropolitan en 1955 (ya se había presentado en San Francisco como Aida en 1950), con el Otello ejemplar de Mario del Monaco, un teatro en el que llegó a cantar en 270 ocasiones y cuya audiencia enamorada la llegó a apodar "Ms. Sold Out", es decir "Señora No Quedan Entradas" o "Señora Todo Vendido". Allí fueron memorables sus noches como Mimì en La Bohème, como Butterfly, la Gioconda o incluso como Violetta en una Traviata creada especialmente para ella.
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Sin embargo, con la salida de Maria Callas a la palestra, su definitiva interpretación acabaría eclipsando la un tanto antipática Violetta de Tebaldi, así como su impresionante Aida, papel que precisamente desataría la enemistad entre las sopranos cuando Callas asumiera el papel en La Scala sustituyendo a Tebaldi y cosechara un éxito magnífico. Confrontación que se agravó durante una gira conjunta por Suramérica en 1951, durante la cual Tebaldi afrontó a Callas al cantar más "bises" que ella, mientras que la segunda la criticaba abiertamente por tener que rebajar un tono su representación como Violetta, sugiriéndole que no la volviera a interpretar.
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Sintiendo que Callas era la nueva diva suprema de la Scala, Tebaldi enfoca en ese momento sus ojos hacia el Met. Es en ese momento cuando la revista TIME saca la rivalidad a la luz con el supuesto comentario de Callas al preguntarle sobre su rival y ella sugerir que comparala con Tebaldi sería como comparar el "champagne con el cognac", a lo que un divertido presente añade "no, con la Coca-Cola", aunque la frase fue atribuida en su totalidad a Callas. Al concerla, Tebaldi aseveró que "el champagne pronto se avinagra". Pasados los años, la propia Tebaldi reconoció que toda aquella campaña periodística sirvió a ambas para darles mucha publicidad, al tiempo que para despertar mayor interés por ambas en el público.

En 1958, cuando Callas abandona La Scala debido a grandes diferencias, el trono de Tebaldi en el Met comienza a peligrar, y la soprano decide darle mayor relevancia a su repertorio verista que al de Giuseppe Verdi. Comienza así una asociación con obras como La Wally, Andrea Chénier o, sobre todo, Adriana Lecouvreur, papel que ella misma revive en el Met, después de varias décadas sin que la obra se representara, y en el que alcanza un gran éxito personal.
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En cuanto a Puccini, probablemente Tebaldi sea la más fiel representante del ideal para soprano del compositor, componiendo unas Mimì, Butterfly, Minnie, Manon y Tosca de leyenda. En especial, el papel de Manon Lescaut le caía como anillo al dedo.
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Aunque fueran quizás sus Toscas sus mayores éxitos dentro del repertorio pucciniano, grabando para Decca en 1959 una Tosca de antología gracias a la batuta de Francesco Molinari-Pradelli, director que la dirigió en multitud de ocasiones.

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Quedan también en la memoria sus sublimes encarnaciones como la enamorada esclava Liù, quien se suicida por amor para demostrarle a la princesa de hielo Turandot la fuerza de esta pasión.
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Quizás sea un error comparar a Tebaldi con Callas, siendo sopranos tan diferentes ambas. El timbre de Tebaldi es sin duda mucho más lírico que el de Callas, a pesar de que con el tiempo se fuera oscureciendo gracias a un repertorio cada vez más pesado, y sin grandes dotes para la coloratura, algo en lo que Callas era sin duda sobresaliente. La mayor diferencia entre ambas, sin embargo, estriba en sus diferentes presencias escénicas: mientras Callas era consciente de su fuerza dramática y de su talento como actriz, Tebaldi daba mayor importancia a la música y al canto que tanto la llenaba.

La Wally:
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Margherita en Mefistofele:
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Sin duda, una figura irrepetible. Brava, Tebaldi!

PD.- Estimado Valmont, no sabes la alegría que me has dado recordando a mi estimadísima Inge Borkh, quien sin duda tendrá un lugar en estas páginas.
Por cierto, siempre me ha quedado la curiosidad sobre qué versión le ha satisfecho a usted más de su persona: ¿John Malkovich, Colin Firth, Gérard Philipe o quizás Ryan Phillippe?

Renata Tebaldi nace en Pésaro, hija de padre violinista y madre cantante frustrada. De niña, sufrió una poliomelitis que siempre le dejó una ligera incapacidad en los movimientos, lo que sin embargo quizás contribuyera a darle una mayor presencia escénica, pero que sin duda fue la escusa perfecta para que la niña comenzara a estudiar canto, al limitarle las actividades físicas.

Comenzó a estudiar pues, canto, con el maestro Ettore Campogalliani, pero sería la antigua gran soprano verista Carmen Melis, quien se acabaría convirtiendo en su maestra definitiva y en artífice del gran torrente de voz de la futura soprano.

Quizás influenciada por su maestra, Tebaldi se dedicó eminentemente al repertorio italiano, en especial al verista, y debutó en 1944 como Elena en el Mefistofele de Boito, obra que nunca apartó de su repertorio, y que quizás preludiara su primer gran éxito, una Desdémona verdiana en Trieste junto al tenor Francesco Merli.

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Pasada la guerra, Tebaldi tuvo su primera gran oportunidad al ser escuchada por el gran director de orquesta Arturo Toscanini, quien acababa de llegar a Milán en busca de nuevas voces. Él sería quien la animara a cantar Aida, papel que la soprano no consideraba adecuado para su voz (mientras tanto, cantaba en italiano Lohengrin o Los maestros cantores...). Su éxito en La Scala (en 1905, con Antonino Votto a la batuta y acompañada de pesos pesados como Mario del Monaco y Fedora Barbieri) fue desde luego mayúsculo y comenzó así una intensa relación con los mayores papeles verdianos, en especial con una Aida que Tebaldi llegó a sublimar como prácticamente ninguna otra soprano de su época. Basta escuchar su grabación para el sello Decca en 1958 dirigida por Von Karajan para no querer volver a escuchar otra Aida en nuestra vida.
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Su relación con Verdi fructificó no solamente con Aida o Desdémona, sino también como Leonora en La forza del destino, como Amelia en Un ballo in maschera, Elisabetta en Don Carlo o, sobre todo, como una de las más importantes Leonoras del Trovatore de toda la historia.
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Sería precisamente como Desdémona como Tebaldi se presentara a las audiencias americanas en el Metropolitan en 1955 (ya se había presentado en San Francisco como Aida en 1950), con el Otello ejemplar de Mario del Monaco, un teatro en el que llegó a cantar en 270 ocasiones y cuya audiencia enamorada la llegó a apodar "Ms. Sold Out", es decir "Señora No Quedan Entradas" o "Señora Todo Vendido". Allí fueron memorables sus noches como Mimì en La Bohème, como Butterfly, la Gioconda o incluso como Violetta en una Traviata creada especialmente para ella.
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Sin embargo, con la salida de Maria Callas a la palestra, su definitiva interpretación acabaría eclipsando la un tanto antipática Violetta de Tebaldi, así como su impresionante Aida, papel que precisamente desataría la enemistad entre las sopranos cuando Callas asumiera el papel en La Scala sustituyendo a Tebaldi y cosechara un éxito magnífico. Confrontación que se agravó durante una gira conjunta por Suramérica en 1951, durante la cual Tebaldi afrontó a Callas al cantar más "bises" que ella, mientras que la segunda la criticaba abiertamente por tener que rebajar un tono su representación como Violetta, sugiriéndole que no la volviera a interpretar.
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Sintiendo que Callas era la nueva diva suprema de la Scala, Tebaldi enfoca en ese momento sus ojos hacia el Met. Es en ese momento cuando la revista TIME saca la rivalidad a la luz con el supuesto comentario de Callas al preguntarle sobre su rival y ella sugerir que comparala con Tebaldi sería como comparar el "champagne con el cognac", a lo que un divertido presente añade "no, con la Coca-Cola", aunque la frase fue atribuida en su totalidad a Callas. Al concerla, Tebaldi aseveró que "el champagne pronto se avinagra". Pasados los años, la propia Tebaldi reconoció que toda aquella campaña periodística sirvió a ambas para darles mucha publicidad, al tiempo que para despertar mayor interés por ambas en el público.

En 1958, cuando Callas abandona La Scala debido a grandes diferencias, el trono de Tebaldi en el Met comienza a peligrar, y la soprano decide darle mayor relevancia a su repertorio verista que al de Giuseppe Verdi. Comienza así una asociación con obras como La Wally, Andrea Chénier o, sobre todo, Adriana Lecouvreur, papel que ella misma revive en el Met, después de varias décadas sin que la obra se representara, y en el que alcanza un gran éxito personal.
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En cuanto a Puccini, probablemente Tebaldi sea la más fiel representante del ideal para soprano del compositor, componiendo unas Mimì, Butterfly, Minnie, Manon y Tosca de leyenda. En especial, el papel de Manon Lescaut le caía como anillo al dedo.
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Aunque fueran quizás sus Toscas sus mayores éxitos dentro del repertorio pucciniano, grabando para Decca en 1959 una Tosca de antología gracias a la batuta de Francesco Molinari-Pradelli, director que la dirigió en multitud de ocasiones.

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Quedan también en la memoria sus sublimes encarnaciones como la enamorada esclava Liù, quien se suicida por amor para demostrarle a la princesa de hielo Turandot la fuerza de esta pasión.
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Quizás sea un error comparar a Tebaldi con Callas, siendo sopranos tan diferentes ambas. El timbre de Tebaldi es sin duda mucho más lírico que el de Callas, a pesar de que con el tiempo se fuera oscureciendo gracias a un repertorio cada vez más pesado, y sin grandes dotes para la coloratura, algo en lo que Callas era sin duda sobresaliente. La mayor diferencia entre ambas, sin embargo, estriba en sus diferentes presencias escénicas: mientras Callas era consciente de su fuerza dramática y de su talento como actriz, Tebaldi daba mayor importancia a la música y al canto que tanto la llenaba.

La Wally:
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Sin duda, una figura irrepetible. Brava, Tebaldi!

PD.- Estimado Valmont, no sabes la alegría que me has dado recordando a mi estimadísima Inge Borkh, quien sin duda tendrá un lugar en estas páginas.
Por cierto, siempre me ha quedado la curiosidad sobre qué versión le ha satisfecho a usted más de su persona: ¿John Malkovich, Colin Firth, Gérard Philipe o quizás Ryan Phillippe?
