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Grandes Voces de la Lírica

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ivanespido
Después de hablar de tan grandes voces italianas, Mario del Monaco, Renata Tebaldi, Giulietta Simionato, creo que sin duda llega el momento de hablar del gran Giuseppe, "Pippo", Di Stefano, una de las voces más hermosas de la ópera de posguerra, apodado "la voz de oro" o "el tenor con la voz más hermosa".

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Nacido en un pequeño pueblo de Sicilia, en 1921, Giuseppe di Stefano comienza pronto su formación musical, al ser animado a cantar durante sus estudios en un seminario jesuita, estudios que prolonga luego en Milán con A. Torchio y L. Montesanto.

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En 1946 debuta en el teatro municipal de Reggio Emilia cantando el papel del caballero Des Grieux en la Manon de Massenet, papel con el que realiza un tempranísimo debut en La Scala al año siguiente, y que mantendrá como fetiche durante su carrera.

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En seguida también, realiza su debut americano en el Metropolitan de Nueva York, donde su voz de tenor lírico encandila con un sensacional Duque en Rigoletto, casa a la que permanecerá unido durante muchos años (a pesar de una ausencia entre 1952 y 1955, debido a problemas contractuales). En particular, se le recuerda como un gran Fausto en la versión de Gounod, ópera que fue radiada y de la cual el propio Rudolf Bing, mánager del Met en el momento, relató en sus propias memorias que pudo escuchar el "sonido más bello que he escuchado durante toda mi carrera", al emitir Di Stefano un hermoso Do sostenido terminado en un suave pianissimo, marca de la casa.

Faust:
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Rigoletto:
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Quizás sea precisamente su primera época como tenor la más gloriosa de su carrera, etapa en la que enfrentó papeles líricos como los citados Des Grieux, Faust o el Duque de Mantua, con otros como Nemorino en L'elisir d'amore, Elvino en La sonnambula o Nadir en Los pescadores de perlas.

L'elisir d'amore:
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Les Pêcheurs de Perles:
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En 1953, el productor musical Walter Legge buscaba un tenor para acompañar de manera ideal a su nueve estrella en EMI: Maria Callas, con la que pretendía grabar todo su repertorio italiano. No pudo encontrar mejor pareja que Giuseppe Di Stefano, y juntos grabaron infinidad de óperas (desde Lucia di Lammermoor o La Bohème hasta Un ballo in maschera o Il trovatore, pasando por Manon Lescaut, Pagliacci o Cavalleria rusticana) y representaron varias también, aunque compartieron menos la escena que el estudio de grabación. Al dúo solía unirse el gran barítono italiano Tito Gobbi, como en el gran registro (más por el mito que por la calidad, todo hay que decirlo) de Tosca dirigida por Victor de Sabata.

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Lucia di Lammermoor:
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La Bohème:
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Un ballo in maschera:
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Tosca:
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Además de una gran relación profesional y una duradera amistad, Giuseppe Di Stefano y Maria Callas desarrollaron un interés amoroso que permaneció en el corazón del tenor hasta pasada la muerte de la legendaria soprano. En 1973 realizaron una gira de conciertos en la que ambos regresaban al panorama musical después de muchos años de retiro. La gira fue cancelada por problemas vocales y evidenció la mala forma vocal de ambos, pero sirvió para mantener vivo el mito durante mucho tiempo.

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Dúo de Cavalleria rusticana en la gira final con Maria Callas:
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Es un hecho que mediados los años 60 Giuseppe Di Stefano había dado por terminada su carrera musical, algo sorprendente vista la longevidad de la mayoría de sus contemporáneos. La explicación a su prematura fatiga vocal reside en que, en los años de esplendor del tenor, los años 50, estaba de moda el llamado "tenor assoluto", es decir, aquél que podía cantar igualmente obras de registro lírico que dramático, y Di Stefano sucumbió a la moda, cantando papeles de peso como Don José en Carmen, Cavaradossi en Tosca (con la que debutó en el Covent Garden de Londres en 1961), Manrico en Il trovatore, Radamès en Aida o Don Alvaro en La forza del destino, lo que unido a una fuerte adicción al tabaco terminó por arruinar su delicado pero portentoso registro vocal.

Tosca:
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Il trovatore:
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Tras muchos años de ausencia de los escenarios, Giuseppe di Stefano dio por terminada su carrera operística con el testimonial papel del Emperador en Turandot, en 1992.

Como Calaf:
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Por desgracia, Giuseppe di Stefano fue salvajemente atacado por unos asaltantes desconocidos durante unas vacaciones en Kenia, en 2004, y permaneció en coma hasta su fallecimiento en 2008, cuando falleció en su casa de las cercanías de Milán.

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A pesar de su prematuro retiro profesional, el legado artístico de Di Stefano es innegable, y será siempre recordado como el tenor ideal de Maria Callas, así como un excelente tenor lírico en el que se han mirado como espejo multitud de tenores actuales, como Luciano Pavarotti o José Carreras, quienes han manifestado de manera explícita su admiración por el cantante.

El Requiem de Verdi:
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Di Stefano fue sin duda una de las grandes voces de la líria, nunca mejor dicho. Hace poco escuché una pieza clave del verismo: I Pagliacci, de Leoncavallo interpretado por la siempre genial Callas y Di Stefano. En mi pequeña andadura lírica he encontrado en ésta ópera, o por lo menos hasta ahora una de las piezas clave que serán de mis preferidas sin duda por la maestría al cantar y por la cruenta historia que relata.
Aquí las arias de Nedda "Qual fiamma avea nel guardo", "Stridono lassu"
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Y "Vesti la giubba" del gran Pipo
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Pasen y vean: http://sanguango.tumblr.com/

Y ya que entran, pregunten: ask.fm/othersanguango
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Idamante
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Aquí les propongo a otro de mis tenores preferidos. No tiene ni el color, ni el timbre, ni siquiera la potencia (otros dirían el empluje) de algunos de los que han sido citados anteriormente, pero cuando se habla de cantar, cantar, no puede dejar de nombrarse al magnífico Carlo Begonzi.


"Aunque el admirable Carlo Bergonzi esté en las primeras filas del recuerdo, nunca está de más echar un somero vistazo a las fuentes de cada cual. En mi caso, el ramal primigenio es una larga entrevista que, con motivo de un ya maduro Mefistofele vienés, le hice en el Hotel Intercontinental, en presencia de una representante de la gran casta de intocables italianos: la moglie. Bergonzi, que enseguida vio que mis intenciones eran formales, se entregó con fluidez a una charla inolvidable, de la que a menudo brotaban perlas. A saber: “en el canto nunca se debe emplear la fuerza”; o bien: “quien se dedica sólo a los papeles dramáticos contraerá el vicio de bajar el apoyo y empujar el fiato y perderá la media voz”. Aun hoy, al releerla, recuerdo el personal acento con que decía que él había imparato da solo. Aunque no lo recomendase, se notaba que estaba orgulloso de haber aprendido sin ayuda, pero también se dolía de ello, porque en años nadie le dijo que era tenor en lugar de barítono.

Así, empapando en sudor su gran camiseta lírica, Bergonzi, que fue tenor en todo salvo en su aspecto –más parecido al de un fabricante de queso parmesano–, desarrolló una actividad ingente y capaz, de rara ecuanimidad, que le permitió alternar roles líricos y spinto, en un radio de acción oscilante entre Elisir y Aida, y siempre regresando a aquéllos, a fin de mantener elástica esa voz que tanto le costó definir y cuyos vértices de sublimidad siempre fueron verdianos. No se esperaba menos de un reflexivo habitante de Busseto. Tengo idea de que el fino catador Pedro José Landecho me dijo en una lejana ocasión que el tenor valoraba por encima de todo lo demás tres aspectos: voz, voz y voz. Ahora pienso que se trataba de un triple lapsus junguiano, con el que Bergonzi nombró aquello que le hubiera gustado poseer, para mucho lucirlo sin haber tenido que laborar tanto, pues lo que de verdad aplicó sin apenas sosiego fue: técnica, técnica y técnica. En ese sentido es casi un moderno Pertile.

Y es ahí donde se intuye el meollo de la cuestión, porque Bergonzi fue un trabajador infatigable, y gracias a ello llegó a ser un gran cantante. Algunos no gustan de su arte, es cierto, y dirigen sus dardos hacia una voz no siempre brillante, como si ésta y el canto –dos realidades que por su estrecha relación a veces se confunden– fueran una misma cosa. Lo que es portentoso de Bergonzi es el juego que extrae de una voz respondona; no siempre juguetona. Encuentro que es mérito mayor domeñar así un material en origen conflictivo, hasta obtener una a una –a través de los más variados encajes con el arco respiratorio– todas las virtudes de ajuste, afinación, blandura y aun –de forma intermitente– squillo, de modo que será cicatero quien sólo repare en la hermosura, pues siendo Naturaleza quien otorga, en este caso no se dignó a concederla. En el litigio entre la voz y el canto se debe prevaricar siempre, habiendo decidido de antemano otorgar favor al segundo, asegurándose de que sea defectuosa la balanza en la que ambos deberán pesarse".



Texto de Joaquín Martín de Sagarmínaga
(tomado de Diverdi.com)


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ivanespido
Muchas gracias, Idamante, por tu estupendo aporte sobre el gran Carlo Bergonzi, a mi juicio un tenor que en absoluto desmerece a otros como Del Monaco, Di Stefano o Corelli, como bien has ejemplificado con todos estos grandes temas.

En cuanto a Pagliacci, coplero, yo personalmente prefiero otras versiones, para empezar el personaje de Canio, el payaso, creo necesita de un tenor más dramático, aunque en disco Di Stefano logra transmitir toda su agonía amorosa. Desde Enrico Caruso, en las lejanas primeras grabaciones del fonógrafo, a Plácido Domingo, pasando por Mario del Monaco, por ejemplo. Incluso un más desconocido James McCracken resulta estupendo en el papel. Es cierto que tenores más líricos como Benianmino Gigli o José Carreras han realizado grandes Pagliacci, pero personalmente prefiero una voz más rotunda.

En cuanto al personaje de Nedda, y siempre dejando claro que Maria Callas ha resultado una maestra en cada una de sus interpretaciones, yo me voy sin embargo a una soprano con algo más de lirismo, y con una buena habilidad de seducción, tan importante para un personaje de sus características. No olvidemos que Nedda interpreta a la jugetona Colombina, la gran seductora de la Commedia dell'Arte. Por tanto, de las versiones que he podido escuchar, me quedaría con una Mirella Freni, una Anna Moffo o una rotunda Renata Scotto.
ivanespido
Aprovechando que sale su nombre a relucir al hablar de una de las cumbres del verismo, Pagliacci de Ruggero Leoncavallo, me gustaría dedicar el momento lírico del día a una de las cantantes más completas y competentes de su generación: la italiana Renata Scotto.

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Sin nada que envidiar a su ilustre tocaya, Renata Tebaldi, Renata Scotto es reconocida como una de las más grandes sopranos lírico-spinto, valorada además por sus dotes interpretativas (lo que incluso ha llegado a ser objeto de crítica, pues conocida es su postura de que prevalezca lo dramático antes que lo lírico, a costa aún de sacrificar la belleza del canto) y por ser una de las grandes continuadoras de la línea que Maria Callas estableciera en los años 50 de revalorización del bel canto.

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Renata Scotto nace en Savona, Italia, un 24 de febrero de 1934, estudia canto con el barítono E. Ghirardini y posteriormente se perfecciona en Milán con el maestro Merlini y la soprano catalana Mercè Llopart (maestra también de Alfredo Kraus), y realiza un temprano debut en 1952, a los 18 años, interpretando el personaje de Violetta en La Traviata, en el Teatro Nuovo de Milán.

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Al año siguiente, Renata Scotto acudió a las pruebas de casting para el papel de Walter en La Wally, de Alfredo Catalani, que se iba a estrenar en La Scala con Renata Tebaldi y Mario del Monaco en los papeles estelares. Tras escuchar su actuación, el prestigioso director Victor de Sabata, miembro del jurado, exclamó: "Olvídense de las demás". El estreno fue un éxito y la propia Scotto fue llamada a saludar en 15 ocasiones.

En La Wally:
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Como el personaje principal:
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Su consagración internacional ocurre en 1957 cuando la compañía de La Scala acude al Festival de Edimburgo representando La Sonnambula de Bellini, a cargo de Maria Callas y dirigida por Luchino Visconti, en unas representaciones que constituyen tan grandes éxitos que se les pide extenderlas en un día más. Maria Callas no puede actuar debido a compromisos previos y se le pide a Renata Scotto que la sustituya. Con sólo dos días de preparación, el debut de Scotto como Amina la convierte en una celebridad de la noche a la mañana. Su éxito en el personaje lo repite y perpetúa a lo largo de todos los años 60, cantándolo en La Fenice de Venecia con Alfredo Kraus, Philadelphia, Nueva York, Madrid...

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Poco antes había debutado en Moscú gracias a una de las numerosas giras internacionales que La Scala realizaba anualmente, cantando nada menos que Lucia di Lammermoor, convirtiendo su interpretación en una de las Lucias más importantes de su generación, a pesar de haber sido ensombrecida por la fama de su predecesora Joan Sutherland.

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En esos años canta otro de sus primeros papeles fetiche, Gilda en Rigoletto, en la Ópera de Viena, y en 1962 debuta en el Covent Garden londinense con La Traviata, otra de las primeras joyas de su carrera, más cercanas a lo lírico que a lo spinto de su registro.

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A pesar de haber debutado ya en EEUU en 1960, como Mimì en La Bohème (de nuevo otra de sus extraordinarias primeras grandes creaciones), Renata Scotto no debuta en el Metropolitan de Nueva York hasta 1965, y lo hace con uno de sus más grandes papeles de toda la historia: Cio-Cio San en Madama Butterfly, recibiendo una clamorosa acogida por parte de crítica y público. Es desde luego Butterfly una de sus más extraordinarias creaciones, y la que además marca el giro hacia el verismo que la carrera de Renata Scotto comienza a tomar a estas alturas de su carrera. Tan extraordinaria será su identificación con el personaje, que graba en diversas ocasiones, que su registro para EMI en 1966 con John Barbirolli a la batuta es considerada todavía hoy una de las versiones de referencia de la obra en disco.

Su portentosa Butterfly:
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Otro de los grandes éxitos de Scotto en el Met es Elena en I vespri siciliani, de Verdi, estableciéndose en Nueva York para cantar con la compañía 26 personajes diferentes en 316 representaciones, entre 1965 y 1987. En 1977 será la Mimì de Luciano Pavarotti en la primera televisación nacional de La Bohème desde el Met, y repetirá en 1982, esta vez como Musetta, dirigida por Franco Zeffirelli. Otras grandes ocasiones televisadas de la soprano en la casa neoyorquina serán Manon Lescaut al lado de Plácido Domingo, Otello de Verdi con Jon Vickers, Luisa Miller, Don Carlo o una retransmisión completa de Il trittico, de Giacomo Puccini, interpretando los tres papeles femeninos. En 1984 el Met retomó Francesca da Rimini especialmente para ella, y en 1987 Renata Scotto decidió despedirse de su público americano con la obra que la dio a conocer, Madama Butterfly, en una ocasión en que asumió por vez primera el rol de directora de escena.

Elena en I vespri sicilani:
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Mimì, con un sudado Pavarotti:
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Elisabetta en Don Carlo:
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Su paso de soprano lírica a soprano lírico-dramática fue ampliamente criticado, así como lo fueron sus primeras Normas, papel que asumió por primera vez en el Met en 1981 y que obtuvo una acogida bastante hostil, a pesar de que posteriormente cosechara éxitos internacionales con el mismo papel, realizando una notable grabación del mismo con Tatiana Troyanos, dirigidas por James Levine.

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Otro de sus personajes más controvertidos sería Lady Macbeth, que estrenó en el Covent Garden al lado de Renato Bruson y que llevó al Met en 1982 en una escandalosa producción dirigida por James Levine y con Sherrill Milnes como Macbeth.

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También fue ampliamente apreciada como Vitellia en La clemenza de Tito de Mozart, y a pesar de no haberlos cantado nunca en escena, sus grabaciones como Abigaille en Nabucco y Santuzza en Cavalleria rusticana resultan antológicas.

Nabucco:
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Otras incursiones veristas serían Nedda en I pagliacci, Fedora, Tosca, Adriana Lecouvreur, Maddalena en Andrea Chénier o una iracunda Gioconda, ópera que grabó en San Francisco y por la cual recibió un premio Emmy, además de ser recordada por una furibunda Scotto gritando a la cámara "Siete genti di merda!" por haber permitido la dirección al tenor tener una llamada a escena más que ella.

Suicidio!
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Ya en el final de su carrera se recicló como una elogiada Mariscala en El caballero de la rosa, The Medium de Menotti y una estupenda La voix humaine de Poulenc, e incluso llegó a tocar el repertorio wagneriano cantando Kundry en Parsifal o papeles de mezzo como Klytämnestra en la Elektra de Richard Strauss.

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Tras haberse retirado de los escenarios como cantante, su labor como directora de escena ganó en tiempo y progreso, ganando diversos premios por su dirección en La Traviata, Norma, Lucia di Lammermoor, Tosca, Turandot o Madama Butterfly. Al mismo tiempo, es una demandada maestra para impartir master classes por todo el mundo, y entre sus alumnos han estado Renée Fleming, Anna Netrebko o Natalie Dessay.

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ivanespido escribió:Muchas gracias, Idamante, por tu estupendo aporte sobre el gran Carlo Bergonzi, a mi juicio un tenor que en absoluto desmerece a otros como Del Monaco, Di Stefano o Corelli, como bien has ejemplificado con todos estos grandes temas.

En cuanto a Pagliacci, coplero, yo personalmente prefiero otras versiones, para empezar el personaje de Canio, el payaso, creo necesita de un tenor más dramático, aunque en disco Di Stefano logra transmitir toda su agonía amorosa. Desde Enrico Caruso, en las lejanas primeras grabaciones del fonógrafo, a Plácido Domingo, pasando por Mario del Monaco, por ejemplo. Incluso un más desconocido James McCracken resulta estupendo en el papel. Es cierto que tenores más líricos como Benianmino Gigli o José Carreras han realizado grandes Pagliacci, pero personalmente prefiero una voz más rotunda.

En cuanto al personaje de Nedda, y siempre dejando claro que Maria Callas ha resultado una maestra en cada una de sus interpretaciones, yo me voy sin embargo a una soprano con algo más de lirismo, y con una buena habilidad de seducción, tan importante para un personaje de sus características. No olvidemos que Nedda interpreta a la jugetona Colombina, la gran seductora de la Commedia dell'Arte. Por tanto, de las versiones que he podido escuchar, me quedaría con una Mirella Freni, una Anna Moffo o una rotunda Renata Scotto.


Si puedo ser malo, pero pidiendo que mi maldad no traiga consecuencia alguna (lo cual es mucho pedir), diría que la primera frase está mal construida. No es Carlo Bergonzi quien desmerece de Del Monaco, Di Stefano o Corelli, sino más bien éstos de aquél. Si Bergonzi hubiera tenido el brillo vocal de un Pavarotti o el empuje de un Del Monaco o de un Corelli, pongamos por caso, y la capacidad de una Callas para encontrar la manera exacta de mostrar los personajes, hubiera sido quizá uno de los mejores tenores de la centuria pasada. Pero sólo tenía su canto, magnífico por otra parte, y por lo que se le recordará siempre. O al menos lo recordaremos algunos por encima de otros con más relumbrón mediático. Porque algunas cuestiones, evidentemente, entran en el terreno de los gustos particulares.

Del personaje Canio de Mario del Monaco me han venido unas frases que leí hace tiempo a la memoria y he tenido que dedicar algún momento a recuperar ese fragmento. No es laudatorio, todo hay que decirlo. Decía un crítico discográfico: "En las dos versiones grabadas por M. del Monaco (1953 y 1960), el tenor florentino hace gala de su potencia vocal, de sus agudos squillanti y de su ignorancia para la matización en todo momento. Esta especie de atleta de la garganta se hallaba a sus anchas en un personaje como el de Canio, y siempre que uno lo escucha no puede por menos de lamentar que materia vocal tan excepcional la poseyera un ser tan obtuso, el cual jamás se molestó en dominarla y perfeccionarla mediante el estudio, ni en darse cuenta de que con un poco de esfuerzo podía haber sido, además, un buen actor". No, sinceramente, no le dejan bien parado.

Aprovechando la exhumación del pasaje, releo otros comentarios sobre ese personaje de I Pagliacci, y de B. Gigli, en su grabación de 1934, dice el crítico italiano R. Celletti lo siguiente: "En ninguna de sus sucesivas grabaciones de óperas completas, Gigli ostentará voz más íntegra y deslumbrante como en este Payasos. El intérprete unas veces parece amanerado y un poco quejumbroso (al poco lo sería aún más) y es evidente que de Canio tiene una concepción exclusivamente sentimental. Sin embargo, la facilidad, la intensidad, la turgencia del sonido en todos los registros son fenomenales y si a esto sumanos la extraordinaria calidez del timbre, la variedad de los matices y una facilidad de expresión un poco a la buena de Dios, pero inmediata, necesario es llegar a la conclusión de que, para bien o para mal, del canto de Gigli surge el personaje"

Respecto a este ópera y personajes no puedo hacer valoración personal alguna, porque no se encuentra entre las que frecuento. En realidad, salvo dos audiciones discográficas de tal obra, por aquello de conocer el repertorio, y dos representaciones en vivo (una de ellas por ver en directo al tenor francés Roberto Alagna), no he sentido mayor curiosidad. Lo cierto es que el repertorio verista me espeluzna un poco.

Sólo dispongo de una grabación en mi discoteca de tal obra y no es nada recomendable, desde los particulares criterios que maneja la crítica especializadas, y en lo que uno alcanza a entender desde sus desconocimiento en las cosas vocales: la de Renato Cellini para RCA de 1954, con voces excepcionales como las de Jussi Björling, Victoria de los Ángeles y Leonard Warren, pero que resultan del todo inadecuadas para sus respectivos papeles. Sólo el afán coleccionista de un seguidor entusiasta del tenor sueco y la soprano barcelonesa podría mantener ese ejemplar en su discoteca.

Y ahora dejaré de ser malo, para aparentar que soy bueno.

Agradezco a Ivanespido que nos recupere a la gran Renata Scotto, una de mis sopranos preferidas. La pena es que Youtube sea tan limitada en su ofertas, porque muchas de las propuestas muestran a la Scotto en un momento vocal no del todo esplendoroso. Cierto que quien tuvo retuvo y, sobre todo, gran artista como fue, supo seguir interpretando vocalmente a los personajes, aunque el agudo ya no le sonara tan limpio. El problema puede resultar para quien realice su primer acercamiento a la soprano a través de algunas de esas propuestas de Youtube, porque pudiera quedarse en el limitado valor de las mismas para plasmar toda la realidad de lo que fue esa cantante. Confiemos en que esta iniciativa de Ivanespido sólo sea un primer peldaño para algunos y les conduzca hacia otros ámbitos para la exploración.
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ivanespido escribió:Muchas gracias, Idamante, por tu estupendo aporte sobre el gran Carlo Bergonzi, a mi juicio un tenor que en absoluto desmerece a otros como Del Monaco, Di Stefano o Corelli, como bien has ejemplificado con todos estos grandes temas.

En cuanto a Pagliacci, coplero, yo personalmente prefiero otras versiones, para empezar el personaje de Canio, el payaso, creo necesita de un tenor más dramático, aunque en disco Di Stefano logra transmitir toda su agonía amorosa. Desde Enrico Caruso, en las lejanas primeras grabaciones del fonógrafo, a Plácido Domingo, pasando por Mario del Monaco, por ejemplo. Incluso un más desconocido James McCracken resulta estupendo en el papel. Es cierto que tenores más líricos como Benianmino Gigli o José Carreras han realizado grandes Pagliacci, pero personalmente prefiero una voz más rotunda.

En cuanto al personaje de Nedda, y siempre dejando claro que Maria Callas ha resultado una maestra en cada una de sus interpretaciones, yo me voy sin embargo a una soprano con algo más de lirismo, y con una buena habilidad de seducción, tan importante para un personaje de sus características. No olvidemos que Nedda interpreta a la jugetona Colombina, la gran seductora de la Commedia dell'Arte. Por tanto, de las versiones que he podido escuchar, me quedaría con una Mirella Freni, una Anna Moffo o una rotunda Renata Scotto.


Reconozco que quzás no sea la mejor version registrada en disco, pero tengo un pequeño defectillo, digámoslo así, que no me permite juzgar una actuación, soy incapaz por más que lo intente. En el caso de Cannio por ejemplo estoy de acuerdo en que Di Stefano no da lo suficiente al personaje y que tiene un defecto (creo) que en cada término de la sílaba suelta una gran cantidad de aire que afea el conjunto armónico.
Pero de momento no he tenido la oportunidad de compararla con otras voces, puede que así pueda corregir ese pequeño (o grande, según se mire) defecto. Buscando por youtube me he tropezado con el gran (en ambos sentidos:lenguafrente :) Pavarotti, quien en los fragmentos de Pagliacci a mí me ha convencido, aunque quizás sea por el hecho de tener una imagen acompañando a la voz, aunque no creo que tenga mucho que ver.
Resumiendo, que me hace falta curtirme en esto del canto un poco má, pero tiempo al tiempo.
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Pasen y vean: http://sanguango.tumblr.com/

Y ya que entran, pregunten: ask.fm/othersanguango
ivanespido
Muchas gracias por tus comentarios, apreciado Idamante.

He decir que yo también espero que los que escuchen y vean los momentos colgados desde Youtube sepan apreciar que se tratan en la mayoría de los casos de meros testimonios y que algunos de los momentos tomados en directo no corresponden con el esplendor de las voces comentadas pero, como bien dices, aún menos mal que en Youtube podemos encontrar estas muestras! Espero de todo corazón que aquellos que no conozcan las voces comentadas y ésta sea su primera experiencia con ellas, despierten su curiosidad e indaguen en otras fuentes de las que se pueden obtener mejores resultados, especialmente en disco.

Por otra parte, y volviendo a Pagliacci, estoy de acuerdo con los comentarios críticos sobre Del Monaco, a los que sumaría a otros muchos tenores-estrella: Corelli, Pavarotti... Y desde luego Bergonzi jamás ha desmerecido a mi parecer de sus coetáneos, es más, en muchas ocasiones los sobrepasa con holgura. En cuanto a Gigli, me temo que las grabaciones que tengo de él en esta ópera no tienen la calidad de sonido que quizás las hacen a mi oído peores que otras más actuales, y quizás dramáticamente menos esmeradas.

Gracias de nuevo, Idamante!
ivanespido
Me gustaría hoy hablar de una de las más grandes sopranos de mi recuerdo, la estupenda Zinka Milanov, tenida por sucesora de la mismísima Rosa Ponselle y por una de las sopranos lírico-spinto más sobresalientes de su generación, además de consumada especialista en roles verdianos.

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Nacida Zinka Kunç en Zagreb, cuando todavía la ciudad pertenecía el imperio austro-húngaro, un 17 de mayo de 1906, Milanov comienza sus estudios musicales en la Academia Musical de Zagreb, estudios que amplía con la legendaria soprano Milka Ternina, la primera en haber cantado el papel de Tosca en el Metropolitan y en el Covent Garden.

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En 1927 Zinka Milanov debuta como soprano profesional en la Ópera de Ljubljana, actual Croacia, en el papel de Leonora de Il trovatore, de Giuseppe Verdi, un debut absolutamente profético, pues el papel de Leonora se mantuvo en su repertorio hasta casi el final de su carrera y fue uno de sus más importantes caballos de batalla. Tras su debut, la soprano canta hasta 1935 en las óperas de Zagreb, Praga y Dresde, desarrollando una importante carrera como soprano dramática, en un repertorio en el que destacan papeles tan dispares como la Mariscala de El caballero de la rosa, Manon Lescaut, Madama Butterfly o incluso roles wagnerianos como Elsa, Elisabeth y especialmente Sieglinde en La valquiria.

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Es entonces cuando debuta en la ópera de Viena cantando el papel de Aida, reemplazando a una soprano enferma, bajo la batuta del gran Bruno Walter. Es tal su éxito en el papel que el director la recomienda a Arturo Toscanini, quien la contrata para cantar un Requiem de Verdi en Salzburgo y posteriormente auspicia una audición para los directores del Metropolitan, que se hallaban por Europa a la caza de nuevos talentos. El resultado no pudo ser más óptimo, y Zinka Milanov es contratada por la casa de ópera más prestigiosa de los Estados Unidos.

Aida:
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En 1937 Zinka Milanov se establece en Nueva York y debuta con su papel fetiche: Leonora en Il trovatore, al que siguen Aida, La Gioconda, Un ballo in maschera (con la que inaugura la temporada de 1940), Cavalleria rusticana, una de las más imponentes Donna Anna en Don Giovanni, La forza del destino o Norma, ópera raramente representada por aquel entonces y de la que Zinka Milanov consigue realizar una creación imborrable, estableciendo todo un precedente para las futuras Normas que acabarán por quitarle el cetro de sacerdotisa gala: las de Maria Callas en los años 50.

Il trovatore en el Met:
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Donna Anna en Don Giovanni, con el tenor James Melton como Don Ottavio:
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Amelia en Un ballo in maschera:
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Norma:
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En 1940 debuta también en Argentina, cantando en el teatro Colón de Buenos Aires uno de sus papeles insignia del momento: Maddalena en Andrea Chénier, y una de sus escasas apariciones como Turandot.

Andrea Chénier:
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Turandot:
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En 1947, Zinka Milanov decide abandonar el cuerpo estable del Metropolitan para casarse con un militar yugoslavo, el general Ljubo Ilic, con el que se establece en su patria. Durante aquellos años realiza diversas actuaciones en Europa, ante un público que prácticamente la desconoce, debutando en La Scala de Milán en 1950 como Tosca, mismo rol que elige para debutar en el Covent Garden de Londres en 1956. Al parecer, fueron muy comentados sus amores con el Mariscal Tito, dictador yugoslavo del momento.

Tosca:
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Con su tenor más habitual, Jussi Björling:
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Mientras tanto, en el Metropolitan de Nueva York Rudolf Bing se establecía como nuevo director general y pronto dejó claro que una de las primeras cosas que pretendía para su mandato era devolver a Zinka Milanov a los escenarios neoyorquinos. Dicho y hecho, Milanov retorna al Met con una Cavalleria rusticana establecida ya en la leyenda de la casa, acompañada por Richard Tucker como Turiddu.

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Ya de vuelta en EEUU, Milanov se establece como la soprano dramática más importante del país, cantando roles insignes como La Gioconda, Tosca, Desdemona, Elvira en Ernani o Amelia en Simon Boccanegra.

Sublime Gioconda:
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En 1955, y debido a que una enferma Renata Tebaldi no puede inaugurar la temporada del Met como Aida, Rudolf Bing pide como un favor personal a Zinka Milanov que la reemplace, cantando Tosca. El hecho supone todo un reto para la soprano, teniendo en cuenta de que las más grandes Toscas del momento cantan en la casa: Callas y la propia Tebaldi, pero el acontecimiento supone todo un éxito, en parte debido a la excelente química escénica que se establece entre Tosca y Scarpia, el barítono Tito Gobbi para la ocasión.

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Sin embargo, en 1966, tras casi 30 años cantando en la casa, Zinka Milanov decide retirarse de la escena cantando su papel más querido del momento, el de Maddalena en Andrea Chénier, papel que retoma cuatro noches más tarde cuando canta el último dueto de la ópera acompañada por Richard Tucker en la gala de despedida del viejo teatro Metropolitan, antes de su clausura para establecerse en una nueva sede. La despedida es tremendamente emotiva y el público ovaciona largamante a una de sus divas más queridas. En total, entre 1937 y 1966 Milanov había actuado en el viejo Met en 450 ocasiones.

Momento de despedida:
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Desde entonces, en un cómodo retiro, Zinka Milanov es requerida como maestra de excepción y de entre la multitud de cantantes que pasan por sus clases destacan Christa Ludwig, Betty Allen o Régine Crespin, por ejemplo. En 1989, a los 83 años de edad, Zinka Milanov fallece en Nueva York.

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La memoria de Zinka Milanov quizás no sea hoy tan conocida como otras coetáneas suyas que pudieron contar con el respaldo de una potente casa de discos para perpetuarse en la historia (Callas y Schwarzkopf con EMI, Tebaldi y Sutherland con Decca) y sus escasas grabaciones pertenecen al valioso sello RCA, hoy en día como mínimo difíciles de encontrar, pero con ocasiones imborrables como su Trovatore o Aida con Jussi Björling. Aún así, en su arte Milanov descolló tanto o más que muchas de sus compañeras.

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Idamante
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Ay, la Milanov, cuántos recuerdos...... Su Leonora (de Il trovatore) y su Aida pueden ser las que más veces escucho.....
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