Dentro del triunvirato de voces femeninas que lideran el ranking en la tesitura de soprano, están, después de Maria Callas, Birgit Nilsson y la gran Leonie Rysanek. A veces el orden se altera y un día prefiero a Nilsson y otro a Rysanek, aunque lo mejor es cuando puedo escucharlas juntas, bien sea una
Valquiria o una electrificante
Elektra. Así pues, es de rigor dedicar el momento lírico del día a la gran, grande, grandísima Leonie Rysanek.
Leonie Rysanek nace en Viena en 1926, de padre checo y madre austriaca, en una familia de seis hermanos de fuerte raigambre musical (su hermano Kurt fue barítono y su hermana Lotte formó parte del elenco de la Ópera de Viena). Estudia canto con los profesores Alfred Jerger y Rudolf Grossmann, con quien acaba casándose, y debuta como soprano profesional en la ópera de Innsbruck, cantando el papel de Agathe en
El cazador furtivo, en 1949.
Casi de inmediato llega su consagración internacional al cantar el papel de Sieglinde en la reapertura de los festivales de Bayreuth (cerrados desde el final de la II Guerra Mundial), en 1951, en unas funciones portentosas organizadas por el gran Wieland Wagner, dirigidas por Herbert Von Karajan.
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Leonie Rysanek perteneció al selecto grupo de cantantes que bajo el ala de Wieland Wagner restableció el esplendor de los festivales wagnerianos de Bayreuth, compartiendo veladas con Birgit Nilsson, Wolfgang Windgassen, Astrid Varnay, Martha Mödl, James King, Hans Hotter y muchos otros. En ese legendario recinto, Rysanek descolló como una de las más enternecedoras Sentas del
Holandés herrante, así como Elsa en
Lohengrin o Elisabeth en
Tannhäuser.
Como Senta:
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Elisabeth:
En 1952, además de debutar por fin en la Ópera de Viena, donde llegará a cantar en 532 ocasiones, Rysanek cosecha éxitos internacionales cantando de nuevo a Sieglinde en Nápoles, Arabella en París y la condesa de
Las bodas de Fígaro en el festival de Aix-en-Provence.
En 1954, Rysanek obtiene un éxito sensacional al debutar en La Scala de Milán como Chrysothemis en la
Elektra de Richard Strauss. Siendo Strauss uno de sus más queridos compositores, su Chrysothemis se enfrentó en numerosas ocasiones a la portentosa Elektra de Birgit Nilsson, y aún así tuvo luego arrestos para encarnar a la propia Elektra y, al final de su carrera, a la propia Klytemnestra. Además de
Elektra, Leonie Rysanek pasearía las obras de Richard Strauss por todo el mundo, cantando la citada Arabella, pero además Salomé (y luego el papel de Herodías), la diva de
Ariadne auf Naxos, la Mariscala en
Der Rosenkavalier y, especialmente, la Emperatriz de
La mujer sin sombra, otro de los personajes emblemáticos de su carrera, y que de nuevo la colocaría al lado de Birgit Nilsson como la Mujer del Tintorero.
Chrysothemis:
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Y con La Nilsson:
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Como la Mariscala:
La Emperatriz:
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Pero es en 1959 cuando Rysanek entra en la leyenda, al reemplazar a una furibunda Maria Callas recientemente despedida el Metropolitan para cantar el papel de Lady Macbeth. Fue tal su éxito que el Met se convirtió en su segunda casa operística, cantando en ella hasta en 299 ocasiones, cosechando numerosos éxitos (Lady Macbeth, Abigaille en
Nabucco, la citada Emperatriz de
Die Frau ohne Schatten) como algún fracaso (su criticada Amelia en
Un ballo in maschera, al parecer demasiado rígida).
Lady Macbeth:
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Y es que la grandeza de Leonie Rysanek estriba en la maravillosa amplitud de su repertorio pues, comenzando como wagneriana consagrada y considerada una de las mejores intérpretes de Richard Strauss de la historia, de pronto se convierte en una cantante verdiana de primer nivel, y se la recuerda como una estupenda Elisabetta en
Don Carlo, una inspirada Desdémona, Leonora en
La forza del destino, Aida y especialmente Abigaille, el trágico personaje de la ópera
Nabucco, con el que vuelve a tirar el techo del Metropolitan abajo en 1960.
Nabucco:
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Además, amplió su repertorio italiano interpretando diversas óperas veristas (
La Gioconda,
Cavalleria rusticana...), entre las que destacan dos de Puccini, el demandante papel de la princesa Turandot (que sólo cantó durante una temporada en la Ópera de San Francisco) y una suprema Tosca.
Tosca:
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"La mamma morta", de
Andrea Chénier:
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Llegando a la madurez de su carrera, Leonie Rysanek todavía tuvo tiempo para convertirse en soprano emblemática para dos nuevos papeles: Leonore en el
Fidelio de Beethoven y Medea en la homónima ópera de Luigi Cherubini, rescantando el gran éxito que Maria Callas obtuviera en este último papel.
Cantando Medea, evidenciando sus problemas de afinación:
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Finalmente, hacia el final de su carrera, Leonie Rysanek orienta su repertorio hacia los papeles de mezzosoprano de carácter, y a las citadas Herodías (
Salome) y Klytämnestra (
Elektra) de Strauss, añade unas memorables Kundry (
Parsifal, en el centenario del estreno de la obra en Bayreuth) y Ortrud (
Lohengrin) de Wagner, además de las emblemáticas Kostelnická (
Jenufa de Janacek) y la Vieja Condesa de
La dama de picas, de Tchaikovsky, papel con el que se despide del público del Metropolitan en 1996, cosechando una ovación de nada menos que 40 minutos.
Parsifal:
Como Ortrud en
Lohengrin:
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Su dramática Kostelnická:
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Finalmente, en agosto de ese mismo 1996, Leonie Rysanek decide despedirse de los escenarios interpretando de nuevo el papel de Klytämnestra, la reina asesina de
Elektra, el el Festival de Salzburgo.
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Por desgracia el retiro de Rysanek duró poco, pues enferma de un cáncer óseo, falleció en su Viena natal en 1998. Tras de sí, un legado imperecedero de momentos únicos vividos en la escena, algunos de ellos afortunadamente recogidos en disco.
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