Colette, la escritura de los sentidos 1
Brigitte LEGUEN
Departamento de Filología Francesa UNED
En este trabajo se analiza la permanente relación de la palabra poética de la escritora francesa
Colette con los cinco sentidos, vividos y transmitidos de una manera voluptuosa e íntima.
Colette... [...] croyez-moi, c´est un arcane dont l´étude est interdite à la plupart des contemporains ! On y trouve des beautés de premier ordre qui ne sont rien d´autre que d´émouvants frissons de la chair.
(“Colette, créanme, es un arcano cuyo estudio resulta inalcanzable a la mayoría de nuestros contemporáneos. Se encuentran bellezas de primer orden que no son más que conmovedores escalofríos de la carne”

(GUILLAUME APOLLINAIRE, La littérature féminine, 1909)
Colette es una escritora del siglo XX, aunque educada en la Francia decimonónica (nace en 1873 y muere en 1954); su obra, difícil de clasificar, marcó la literatura
francesa de un sello muy particular. Ha sido objeto de violentas críticas y de grandes elogios. Las críticas fueron dirigidas esencialmente hacia episodios de su vida que se consideraron en su momento como escandalosos. Sin embargo, recibió al final de su vida un reconocimiento unánime por parte de la sociedad y del mundo literario francés. Su obra completa está publicada en la prestigiosa colección de La Pléiade en cuatro tomos (los textos citados en este artículo proceden de esta misma
edición).
Todos los estudiosos de la obra de Colette coinciden en considerar que crea un estilo propio partiendo de una experiencia de vida singular completamente alejada de los movimientos feministas y de cualquier escuela o corriente literaria. Es probablemente esta actitud tan absolutamente libre e incluso libertaria la que pone tantos obstáculos a la primera etapa de su vida de escritora. Sin embargo importantes autores como Proust o Mauriac (sorprendentemente opuestos desde muy diversos puntos de vista) no dudaron en colocarla entre los grandes escritores de su tiempo.
PRIMERA PARTE
Una de las funciones de la Literatura es facilitar el acceso a la comprensión del mundo, y en particular el acceso a la parte no visible, no objetiva de la realidad o de las realidades que nos rodean. Jan Patocka, autor de un libro titulado L´écrivain, son objet (el autor y su objeto), define el papel del escritor como el revelador primero, original, del entramado de los sentidos de la vida…el administrador original de la totalidad de la vida y de la totalidad universal” resumiendo, nos dice que el escritor se hace cargo del sentido del mundo más allá de los sentidos.
En un texto literario todo piensa y todo nos devuelve al mundo y a nosotros mismos en medio del mundo. Hablar de sensualidad, de la sensualidad de un texto, no nos condiciona, no nos limita a la superficialidad de las cosas, al mero disfrute de la sensación, a lo efímero de la sensación, a la fragilidad del instante. Cada sensación descrita, cada sentido invocado es producto del lenguaje, es fruto de la premeditación, de la búsqueda y de la elección de las palabras adecuadas para llegar al resultado deseado. Hablar de la obra de Colette es hablar de la intencionalidad de los sentidos, de su realidad literaria, de la calidad formal de la obra (esta calidad que tanto fascinaba a Proust).
Al principio del siglo XX dos autores como Colette y Proust cultivan el lenguaje de la sensación, cada uno de un modo muy diferente, con una intencionalidad muy diferente. Sin embargo existe una conciencia común que podríamos denominar la gourmandise phonétique o sea la “glotonería fonética”, el gusto por ciertas palabras, por su musicalidad, por los estados que despierta, por su poder evocativo e invocativo.
Dice Colette en La vagabonde (Pléiade.1.1084) “para mí tal palabra me basta para recrear el olor, el color de las horas vividas, es sonora y llena de misterio como una concha en la que canta el mar” (pour moi, tel mot suffit à recréer l´odeur, la couleur des heures vécues, il est sonore et plein et mystérieux comme une coquille où chante la mer...).
Pero que la comparación con la concha no nos lleve a engaño ni infantilice la percepción y la elaboración del texto. Colette busca prioritariamente el detalle real, la exactitud verbal, la precisión del término, en particular en cuestiones de botánica: busca nombres de plantas, flores, mariposas, gatos, perros y toda clase de animales
menos los pájaros que por algún misterioso motivo le hacen desconfiar.
Su aprendizaje le viene de lejos, de la infancia, de su madre Sido que le enseña a buscar la palabra justa y a llamar a las cosas por su nombre.
Desde niña le fascinan los vocablos desconocidos que utiliza sin saber y que elige por su sonoridad, sus características fonéticas, como por ejemplo la anécdota acerca de la palabra “presbytère”, una palabra que descubre a los ocho años y que pasea por la vida como un trofeo, arrojándola a los paseantes como si fuera un hechizo.
De su padre hereda el gusto por los vinos y los alimentos más diversos; su obra está repleta de los sabores más refinados, de la voluptuosidad de los olores, de las texturas. Le gustan los sabores fuertes de la región de la Borgoña pero muestra curiosidad por todos los lugares que descubre y en los que veranea o se instala por algún tiempo: Bretaña y en la época de la madurez el sur de Francia que descubre tardíamente de la mano de Maurice Goudeket. En cada lugar elogia los productos y la
gastronomía que descubre y saborea: el ajo crudo, los chocolates, el cordero, los
platos lentamente guisados, las salsas, los festines bucólicos. Colette se deleita en el placer oral con jubilación insolente. Dice “de dónde me viene este gusto violento por las bodas rústicas? Qué antepasado me legó esta especie de religión del conejo salteado, de la pierna de cordero con ajos, del huevo escalfado al vino tinto, servido dentro del pajar adornado con sábanas de lino crudo salpicado por el rojo de la rosa de junio.” (Pl. II, p. 1010).
“D’où me vient ce goût violent du repas des noces campagnardes? Quel ancêtre me légua, à travers des parents si frugaux, cette sorte de religion du lapin sauté, du gigot à l´ail, de l´oeuf mollet au vin rouge, le tout servi entre des murs de grange nappés de draps écrus où la rose rouge de juin, épinglée, resplandit?…”
Esta aptitud y esta pasión forman parte del arte de vivir francés y responde incluso a una cierta obsesión cultural. Recordemos el lugar que ocupan en Francia los grandes cocineros como por ejemplo Brillat-Savarin y la multitud de escritores que se interesan por la vida de los fogones: dos ejemplos famosos son Alejandro Dumas padre y George Sand en el siglo XIX. Llama poderosamente la atención el obsesivo interés de los viajeros románticos franceses describiendo los alimentos en España, como lo hicieron Mérimée o Théophile Gautier...
Esta obsesión está muy estrechamente asociada a la sensualidad y a una cierta visión erótica que se traslada también al cine contemporáneo. En el caso concreto de Colette esta pasión tan constante inspiró cantidad de obras, y de libros de cocina que recogen recetas de la escritora (como por ejemplo el libro de Marie-Christine et Didier Clément, autores de Colette gourmande, Albin Michel, 1990).