Vecinos que con lo poco que tenían compraron refrescos para venderlos a los peregrinos, restauranteros que contrataron meseros extra para después despacharlos y hoteleros a los que de última hora les cancelaron habitaciones es parte del panorama local durante la visita del jefe del Estado Vaticano.
León despertó con “un hueco en el estómago”. Así describe María Fernanda la sensación que tiene de su ciudad. “Es raro para nosotros ver a tanta gente y dicen que van a llegar más.”
Ella es mesera en uno de tantos restaurantes del bulevar Adolfo López Mateos, por donde transitó y transitará Benedicto XVI. “Somos mochos y espantados, vemos algo extraño y nos ponemos a rezar. Así es esta ciudad.”
Como muchos de sus compañeros, desde el jueves tiene entrada a las seis de la mañana para preparar el local “por los montones de comensales que van a llegar”. Su patrón prometió bono extra por las ganancias soñadas “y contrataron a unos meseros de Irapuato que acaban de despachar porque no se ocuparon.”
Los restauranteros leoneses no han recibido los beneficios del turismo que esperaban con esta visita. En promedio, indica la Cámara local de alimentos, las ventas se han incrementado solo 35 por ciento. Mucho menos de lo proyectado, sin embargo, confían en lograr mejores ventas el domingo.
Marcela se levantó muy temprano para limpiar la parte de calle frente a su casa. Ayer hizo lo mismo, pero dedicó más tiempo al arreglo de la fachada para que Benedicto XVI “viera cuánto lo queremos en Silao”.
Su casa da a la carretera, es una zona popular por el rumbo del aeropuerto sin mucha infraestructura. No todo está pavimentado en su colonia, incluso la primaria local Ricardo Flores Magón sufre sequías varias veces al año.
El viernes, por 20 segundos, Marcela y sus vecinos olvidaron sus miserias y fueron felices, “el Santo Padre nos miró como si quiera decirnos algo”, dice. Y aunque solo fue apreciación, todos en el barrio la comparten.
La mañana del sábado la dedicaron a levantar la basura que se acumuló con el festejo de ayer.
También evaluaron las pérdidas económicas que sufrieron. Entre varios de la manzana juntaron 20 mil pesos para “invertir” en cajas de refresco, bolsas de frituras, banderolas y artículos conmemorativos de la visita.
Según cuentas, para el viernes tendrían una ganancia similar a la inversión, con una cuarta parte de los productos adquiridos.
El balance fue bastante negativo. De la venta de refrescos obtuvieron 78 pesos a favor. Apenas dos rejas vendidas. En cuanto a banderolas, terminaron regalando una en la compra de otra. Un millar mandado a hacer y ni siquiera cien salieron.
Amontonados en el patio de Marcela, 30 costales de frituras esperan ver la luz. “Mucho de lo que se consumió fue por nosotros mismos. Nadie de fuera se paró por aquí para comprar y los vecinos menos nos hicieron el gasto”, se lamenta.
“No sé qué vamos a hacer con todo porque ya nos dijeron que el domingo no vamos a poder acercarnos adonde va a ser la misa, tenemos que sacar lo que nos queda entre el sábado y el lunes temprano o quedamos bien endrogados”.
La mano dura
Armando comanda desde hace 15 años una cuadrilla de limpieza en el Ayuntamiento de León. Sus superiores le encomendaron mantener libre de basura un tramo de la carretera 45 que va de Silao a León. 10 kilómetros para él y tres de sus hijos. Hasta las siete de la noche de ayer logró recoger camión y medio de desperdicios en menos de mil metros. El problema para este equipo de trabajo, que lleva casi 48 horas sin descanso, es que “ya volvió a pasar el Papa. Ni lo vimos y se nos juntó otra vuelta el trabajo. La gente botó todo lo que traía y hay que empezar de nuevo.”
El camping
Para todo aquel con la intención de acampar, el Ayuntamiento habilitó un par de zonas dentro de parques locales con un costo que inició en los 200 pesos por noche. Por la poca demanda bajaron la tarifa a 100 pesos por pernocta.
El ayuntamiento no recaudó más de cinco mil pesos por los que prepagaron su estancia. “Menos aún por los que llegaron aquí directamente a instalarse, estuvieron una noche y mejor se fueron”, dice Fernando, el responsable de administrar el área de acampado
“Esta completamente solo, hasta los vendedores ambulantes que había terminaron por irse. En el ayuntamiento creyeron que iba a saturarse y hasta torres de luz contrataron. Hoy ya no las vamos a encender. Es un gasto innecesario.”
Martín y Rebeca participaron en las reuniones de comerciantes de la zona centro de Guanajuato para aprender a administrar la abundancia que dejaría la visita papal.
La tarde de ayer esa abundancia se les iba sin remedio. De las 40 habitaciones reservadas para este fin de semana, les cancelaron 19, “no entendemos muy bien qué pasó, lo cierto es que la gente al final decidió o no gastar, o los rumores de tumultos espantaron a todos”, dice Rebeca, la administradora del hotel.
Para Martín todo es más simple: “Benedicto no tiene el carisma de Juan Pablo, tan es así que con el otro Papa todo se vendía y con este, ya tuvimos pérdidas.”
Exceso de carga
José de Jesús es uno de los cinco mil taxistas que operan en León. “Ni por mucho es lo que nos dijeron en Tránsito Municipal que iba a ser la ciudad. Para mí no ha habido beneficios, más bien pérdidas. Yo tengo que sacar mil pesos al día y no llego ni a la mitad. La gente ni llegó ni salió.”
Mientras recorre con su unidad los alrededores del colegio Miraflores al oriente de la ciudad guanajuatense, los llanos del Parque Metropolitano, área acondicionada para que quienes quisieran acampar tuvieran facilidades, lucen completamente vacíos. “Y así se ve por todos lados”, remata José.
Joaquín Fuentes
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